Nunca jamás volveré a confesar inseguridad porque, “Cuando te acuestes no tendrás temor, sí, te acostarás y será dulce tu sueño. No temerás el pavor repentino, ni el ataque de los impíos cuando venga, porque el Señor será tu confianza, y guardará tu pie de ser apresado” (Proverbios 3:24–26).