bookmate game
es
Books
Leslie Jamison

La huella de los días

  • Victoria Victoriahas quoted4 years ago
    «Tenía dos ansias y ambas luchaban entre sí –escribió Rhys en su diario–. Quería sentirme amada y quería estar siempre sola.»1
  • Victoria Victoriahas quoted4 years ago
    Mi yo borracho era como una prima ridícula de la que me sentía responsable, una huésped en el bosque de cuyas acciones era indudablemente culpable, aunque no recordara haberla invitado
  • Roxana Lezamahas quoted4 years ago
    esa chica que quería expresar la inmensidad de lo que sentía y para hacerlo usaba lo que tenía más a mano
  • Rafael Ramoshas quoted19 days ago
    La guerra contra la droga se lanzó oficialmente en dos ocasiones. Nixon declaró la suya en 1971, pero no fue hasta que Ronald Reagan llamó a las armas una década más tarde, en 1982, cuando la guerra arrancó de veras. En realidad, para entonces, el consumo de droga estaba decayendo y solo el 2 por ciento de estadounidenses opinaba que las drogas eran el principal problema del país. Pero al emprender esta guerra, el gobierno de Reagan logró crear un enemigo, otra versión de lo que Anslinger había bautizado como «el malhechor adicto». En palabras de los sociólogos Craig Reinarman y Harry Levine, era más fácil colocar la «hoja de parra ideológica» de una epidemia de crack para tapar el demoledor impacto del capitalismo salvaje practicado por el Estado –la denominada «economía del goteo»– que hacer frente a dicho impacto.
  • Rafael Ramoshas quoted19 days ago
    Blueschild Baby –la novela de George Cain, publicada hacía solo un año– había predicho con acierto la guerra de Nixon antes de que esta empezara oficialmente: «Dicen que te detienen por cometer algún delito, tráfico de estupefacientes, prostitución, robo, homicidio –piensa George en la novela–, pero esos no son los motivos por los que te meten entre rejas.» En una entrevista concedida décadas más tarde, el jefe de política interna de Nixon para asuntos internos, John Ehrlichman, confesó precisamente eso: «¿Sabíamos que estábamos mintiendo sobre las drogas? Por supuesto que sí.» Ehrlichman afirmó que el gobierno de Nixon no podía ilegalizar a los negros, pero sí podía relacionar a la población negra con la heroína: «Podíamos detener a sus líderes, asaltar sus casas, dispersar sus reuniones y vilipendiarlos noche tras noche en las noticias.»
  • Rafael Ramoshas quoted19 days ago
    a medida que me fui haciendo mayor, comprendí que las cosas no habían sido tan sencillas, que uno puede entregarse en cuerpo y alma a una persona atormentada, una y otra vez, y que eso puede no ser suficiente.
  • Rafael Ramoshas quoted19 days ago
    El amor de mi padre siempre había estado allí –en la forma de un tigre, de sus batidos, su mirada, su risa–, pero era más consciente de su cariño cuando mi propio cuerpo estaba en peligro.
  • Rafael Ramoshas quoted21 days ago
    ¿Cómo se suponía que iba a cuidar de mi abuela? En su habitación había una foto de las dos que me encantaba: yo no era más que un bebé y ella me sostenía entre sus brazos. Qué feliz parecía en esa foto, qué indudablemente capaz de valerse por sí misma. Durante esos meses de invierno, casi no la oí quejarse de dolor ni de su pérdida de movilidad. En cambio, yo, que apenas tenía motivos de queja, me alimentaba de autocompasión como si fuera una forma tóxica de electricidad.
  • Rafael Ramoshas quoted21 days ago
    Acaba de salir de la cárcel, donde cumplía pena por posesión de drogas, pero hacia el final de la novela lo encontramos sumido en el abismo del síndrome de abstinencia. Hasta su vómito da fe de esa lucha interna: «Cosas vivas, ranas e insectos, chapotean en el líquido que sale.»
  • Rafael Ramoshas quoted21 days ago
    En su manifiesto, Anslinger subraya que no le gusta generalizar. Según él, se limita a observar que los adictos quieren escudarse ante el mundo. Mientras las «personas normales» no sienten la menor necesidad de elevarse por encima de su «plano emocional habitual», los adictos buscan invariablemente el placer de un modo creciente e insaciable. Las acusaciones de Anslinger evocan ese argumento de Derrida según el cual nos molesta que el adicto extraiga placer «de una experiencia ajena a la verdad».
fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)