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Leslie Jamison

La huella de los días

  • Victoria Victoriahas quoted4 years ago
    «Tenía dos ansias y ambas luchaban entre sí –escribió Rhys en su diario–. Quería sentirme amada y quería estar siempre sola.»1
  • Victoria Victoriahas quoted4 years ago
    Mi yo borracho era como una prima ridícula de la que me sentía responsable, una huésped en el bosque de cuyas acciones era indudablemente culpable, aunque no recordara haberla invitado
  • Roxana Lezamahas quoted4 years ago
    esa chica que quería expresar la inmensidad de lo que sentía y para hacerlo usaba lo que tenía más a mano
  • Marco Antonio Cervanteshas quotedyesterday
    El alcohol le concedía la capacidad de ver, pero se la cobraba con un «súbito desbordamiento o un paulatino rezumar».
  • Marco Antonio Cervanteshas quotedyesterday
    Veían la realidad con más lucidez que el común de los mortales:
  • Marco Antonio Cervanteshas quotedyesterday
    pero a los de la segunda clase, en cambio, el alcohol les agudizaba los sentidos
  • Marco Antonio Cervanteshas quotedyesterday
    vislumbraba mi propia vida como algo iluminado desde dentro.
  • Rafael Ramoshas quoted18 days ago
    Gracias a su padrino, descubrió una cita de G. K. Chesterton que acabó haciendo suya: «Cuán más grandiosa sería tu vida si tu ser empequeñeciera en ella. Te descubrirías bajo un cielo más libre, en una calle llena de maravillosos desconocidos.» Jackson había encontrado un grupo de maravillosos desconocidos, o por lo menos lo bastante maravillosos, en las sillas plegables de incontables sótanos de iglesia repartidos por Nueva Inglaterra, donde compartían vivencias y cambiaban el abandono que brindaba el alcohol por una libertad distinta.
  • Rafael Ramoshas quoted18 days ago
    Alexander insiste en que los miembros de AA son como diabéticos y que salvar a otros alcohólicos es su insulina. No los describe como santos desinteresados, sino como personas cuya propia supervivencia pasa por sentirse útiles.
  • Rafael Ramoshas quoted23 days ago
    Cuentan que tienen botellas de cuarto de litro de ginebra escondidas detrás de cuadros y en alijos repartidos entre el sótano y la buhardilla, que pasan días enteros en una sala de cine para evitar la tentación de beber, que se escabullen del trabajo varias veces al día para engullir una copa. Cuentan que los han despedido o que sisan dinero del monedero de sus esposas, que le echan pimienta al whisky para que tenga más chispa, que beben sedantes con angostura, enjuague bucal o tónico capilar. Que se plantan cada día delante del bar de la esquina diez minutos antes de que abra. Cuentan que las manos les tiemblan tanto que son incapaces de llevarse un vaso a los labios sin derramar su contenido; que beben cualquier tipo de alcohol en una jarra de cerveza porque pueden estabilizarla con ambas manos, aun a riesgo de romperse un diente; que se ven obligados a anudar el extremo de un paño en torno a un vaso para luego pasárselo alrededor del cuello y tirar del extremo libre, «como si de una polea se tratara, para acercarse el vaso a la boca»; que sus manos tiemblan de tal modo que parecen a punto de desgajarse del cuerpo y echar a volar; que se pasan horas sentados sobre las propias manos para impedir que lo hagan.
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