«En verdad que vivir es un gran placer —pensó— y esta casa no puede compararse con los pisos oscuros y repletos en los que vivimos y trabajamos nosotras. Ya solo este silencio resulta absolutamente adorable».
Entonces oyó que el escarabajo, tras las paredes, estallaba en tremendas invectivas. Gruñía muy nervioso y enfadado, y Maya sintió como si agarrara a alguien y lo estrellara contra el suelo con poca delicadeza.