Nikos Kazantzakis inició su carrera literaria con la publicación—bajo el seudónimo de Karma Nirvami—de un desesperado conjuro de amor: “Lirio y serpiente”, publicado por primera vez en Atenas en 1906. Escrito a los veintidós años, fue inspirado por Kathleen Forde, una joven irlandesa de quien Kazantzakis se enamoró perdidamente mientras recibía de ella clases de inglés y le leía al oído poemas de Byron y de Keats. Con ella consumó su amor a los diecinueve años, cuando se fugaron juntos a las cumbres del monte Psiloritis (Ida), tumbados los dos—como los pastores de un idilio antiguo—sobre el suelo de tierra de la ermita de la Santa Cruz, bajo la mirada hierática y atónita de los iconos de Cristo y de la Virgen. Impetuosa, obsesiva, recalcitrante a veces, de juvenil premura y agitada parataxis, la obra le atormentó toda su vida. A sus setenta años fue entregando todos los ejemplares que le quedaban al fuego. Pero no dejó de contarla entre sus obras, incluyéndola en las anejas a su candidatura a la Academia de Atenas (1945) y al Premio Nobel de Literatura (1946).
«Una pequeña joya literaria, llena de pasión, lujuria, ternura, desesperación y poesía. Pero también es una historia de muerte y locura, de la obsesión enfermiza del artista por su musa, a quien termina arrastrando a un final digno de la mejor tragedia griega”.
Marta Otero, La Voz de Galicia
«Tiene la virtud de mostrar el talento del autor en estado puro, libre de toda contención y de la contradictoria amalgama de credos o ideologías que caracterizó sus novelas más celebradas. De inequívoca filiación simbolista, Lirio y serpiente se asemeja en realidad a un largo y arrebatado poema en prosa, repleto de pasajes turbadores u obsesivos que revelan una sensibilidad consagrada -esa es la palabra— a los temas habituales del imaginario tardorromántico: la belleza, el erotismo, la locura, la muerte”.
I. F. Garmendia, Diario de Sevilla