Para comprender más las implicaciones de este desplazamiento es necesario profundizar en la estructura de las imágenes, en el reverso de las propias imágenes y en cómo producen la mirada que las hace circular. Las imágenes no aparecen gracias a una mirada que está esperando por ellas. Esa mirada antes debe ser producida, demanda una disponibilidad que no se forma en el instante del encuentro entre el ojo y la imagen. Podríamos decir que dicha disponibilidad se produce desde un funcionamiento similar al modo en que se forma el recuerdo en el análisis bergsoniano. Henri Bergson afirma, en efecto, que el recuerdo no se forma de una vez, en el momento en que la percepción se acaba. El recuerdo se forma en la espera, como si estuviera atento a que la percepción acabe para poder comenzar. Él dice que conviene sobre todo pensar el recuerdo como una sombra de la percepción que se perfila a sus costados, que se crea a medida de la percepción misma. Del mismo modo, la imagen no se forma de una vez, va componiendo su sentido en un trayecto y exige una formación, un régimen de visibilidad que le permita ser vista. Una vez instalado ese visible, la idea del estado de esa imagen incorporada transforma un mundo