Romeo y Julieta se hubiesen acabado separando, lo sabe todo el mundo. Dos adolescentes apasionados y malcriados, dos niños bien soñadores y noveleros no hubiesen tolerado que su amor se debilitase y se transformase en una amistad, una hermandad, una asociación o como se llame ahora, tampoco hubiesen aceptado tener una relación abierta o permitido que entrasen terceras personas en la partida, aunque eran jóvenes, no eran tontos, en el amor solo existe un número, el dos, ni el uno, ni el tres, ni el cuatro, ni el cinco. Romeo y Julieta no hubiesen claudicado ante el paso del tiempo, ante el temor a estar solos o ante el miedo a la enfermedad, a la vejez y a la pobreza.