A veces pienso que habría sido mejor que Mpho se quedara en el útero. Allí podía girar, dar volteretas, chuparse los dedos y frotarse los ojos sin preocuparse por el fracaso, la enfermedad, la decepción, la pena, la soledad y las plegarias no atendidas. Allí dentro estaba segura y protegida.