es
Books
Mohamed Mbougar Sarr

La más recóndita memoria de los hombres

  • Adal Cortezhas quoted2 years ago
    El azar no es más que un destino que ignoramos, un destino escrito con tinta invisible.
  • Rafael Ramoshas quoted3 minutes ago
    Me imagino que el pescador vuelve después de unos años. A su regreso, les cuenta a sus hijos su combate victorioso contra la diosa. Y todo acaba bien. Las cosas no siempre terminan mal. Hoy en día, la gente siempre espera finales tristes. ¿Sabes qué explicación tiene eso? Para mí es un misterio.
    Le contesto que la tristeza prepara mejor para la vida, es decir, para la muerte, y que la mayor parte de la gente comprende eso muy pronto. O en realidad me limito a pensarlo. En cualquier caso, Maam Dib no dice nada.
  • Rafael Ramoshas quoted5 minutes ago
    –No es de ella directamente de quien quiero hablarte. Sino de una canción que me cantó una noche. Me dijo que se la habías enseñado tú. Es la leyenda del viejo pescador que se adentra en el mar para enfrentarse a la diosa pez...
    Entonces me callo. Un caballo relincha en la noche. El silencio entre nosotros es pesado, tanto más grave cuanto que adivino la amargura, la cólera, la tristeza que invaden a Maam Dib en ese instante.
  • Rafael Ramoshas quoted8 minutes ago
    Evidentemente, pienso en Rimbaud, en la célebre carta de la vidente, en el mote de «Rimbaud negro» que Auguste-Raymond Lamiel, el crítico de L’Humanité, le puso al autor de El laberinto de lo inhumano. Desde que conozco la gran errancia que vivió su libro, esta comparación con Rimbaud toma un cariz seductor. Pero me maldigo enseguida por reducir a Madag a una especie de equivalente o de alter ego africano de Rimbaud, por nadar en mis referencias literarias para interpretarlo todo, cuando todo ser posee su soledad y persevera en ella. Es esta soledad lo que hay que ver: la soledad de Madag.
  • Rafael Ramoshas quoted5 hours ago
    Tú lo sabes: la colonización siembra entre los colonizados la desolación, la muerte, el caos. Pero también siembra en ellos –y es su triunfo más diabólico– el deseo de convertirse en quien los destruye.
  • Rafael Ramoshas quoted5 hours ago
    Sé que conoces la frase de Wittgenstein, la conclusión de su Tractatus: «De lo que no se puede hablar, hay que guardar silencio.» Pero guardar silencio no quiere decir renunciar a mostrar. Esa es la cuestión que nos ocupa: no curarnos, no sanar, ni consolar, ni tranquilizar ni educar a los demás, sino mantenerse en pie en la llaga sagrada, verla y mostrarla en silencio. Ese es para mí el significado de El laberinto de lo inhumano. El resto es un fracaso.
  • Rafael Ramoshas quoted5 hours ago
    Me enseñó o me recordó lo siguiente: el lugar del dolor más profundo conserva siempre un fragmento de la verdad. Ese lugar, para mí, es siempre un tiempo: el pasado. Busco atravesarlo en todos los sentidos posibles y dejarme atravesar por él como una nube de flechas; aspiro, desplazándome alrededor de ese tiempo, a captarlo desde múltiples perspectivas, a exponerlo bajo todas las luces del día y de la noche. No pienso que haga falta perseguir a los fantasmas; creo que tenemos que unirnos a su ronda alrededor del fuego y, con el miedo en el cuerpo, los dientes castañeteando, cagándonos encima, ocupar su lugar y su parte, toda su parte de pasado. ¡Que le den a la resiliencia! Odio esa palabra, que se ha convertido en un término de orden. ¡Resiliencia! ¡Resiliencia! ¡Que os den! Yo deseo la verdad de la larga caída, la verdad de la caída infinita. Yo no reparo. Nada de lo que ha sido realmente destruido me parece reparable. No consuelo ni me consuelo. Del cinturón me cuelga el relicario más eficaz contra el Mal: el deseo de verdad, asumiendo que la verdad es la muerte. Busco las ruinas de antiguos caminos sepultados. Sus huellas indican otro camino más. No figura en ningún mapa. Pero es el único válido.
  • Rafael Ramoshas quoted5 hours ago
    Nunca salí del pozo inacabado. Todo este tiempo se excavaba dentro de mí. Ahí sigo. Desde ahí te escribo. Desde ahí he escrito siempre. Y los alaridos retumban. Pero ya no me tapo los oídos. Hace mucho, escribí para no oír. A partir de ahora, sé que escribo o debo escribir para oír. Simplemente, no encontraba el valor para confesármelo. El laberinto de lo inhumano me lo dio.
  • Rafael Ramoshas quoted5 hours ago
    No me crucé a nadie, o no vi a nadie, solo oía la gigantesca armonía de la colina y la pacífica brisa del bosque. La muerte se había detenido a la sombra de toda aquella belleza, y la belleza no la había ni ralentizado ni enternecido. Al contrario, jamás había estado la muerte más despabilada que aquí, creo yo. Bajo la belleza experimentó su excelencia. Bajo la belleza alcanzó su perfección. En la belleza demostró su genio. ¿Qué deducir? Este teorema definitorio posible de nuestra condición: cuanto más bella es la escena, más completo es el horror. ¿Qué somos? Un anillo de sangre en un estuche de luz (o a la inversa). Y el diablo nos pone en su anular entre risas burlonas.
  • Rafael Ramoshas quoted5 hours ago
    –Sé por qué no gritas –dijo la muerte–. Conozco esa actitud. Es la actitud de una madre que quiere proteger a su hijo. Hay un niño escondido en algún lugar de esta casa. Lo encontraré. Pero antes vas a aullar. Vas a suplicar que te mate. Te mataré después de haberte hecho aullar. Y luego encontraré a tu hijo.
    –Te lo suplico –Oí decir a mi madre.
    –No es por el niño por quien deberías preocuparte ni suplicar, sino por ti, por tu vida. Lo que te voy a hacer –dijo la muerte– será más doloroso que una bala entre las piernas. Vas a aullar. Te oirán hasta en el infierno.
    Y la muerte empezó su trabajo. Empezaron también los alaridos de mi madre, y eran tan violentos e inhumanos, resonaban con tal fuerza en mi cabeza, que me desmayé. Cuando me desperté, los alaridos habían cesado, pero seguían retumbando en mis oídos. Creo que fue en aquel momento cuando entendí que me infligirían para siempre su tortura, y que la única manera de atenuar el dolor sería tener en mi cabeza voces más ensordecedoras, gritos más enloquecidos.
    Abrí los ojos. No estaba en el pozo sino en el patio. A mi lado había formas humanas, inanimadas: los cuerpos de mis padres.
    Cerré los ojos. Empecé a llorar en silencio.
    –No ha conseguido matarme –dijo una voz detrás de mí.
    Era la de la muerte. Me di la vuelta. Me había imaginado a un hombre espantoso, gigantesco y monstruoso. El hombre que vi era bajito y enclenque, casi ridículo en la banalidad de su apariencia, pero no dudé ni por un instante de que fuese la muerte. Lo observé, incapaz de decir nada.
    –Tu madre no ha logrado matarme, he visto en el último instante la hoja del cuchillazo que acababa de sacarse de la melena mientras la hacía aullar. Ha fallado el golpe por un segundo. Ya me había echado a un lado. Me ha mirado y ha entendido que se había acabado. Antes de que acabase con ella se ha rajado la garganta. Así es como ha muerto. Luego he registrado la casa, y te he encontrado en el pozo sin acabar, desmayado. ¿Cómo te llamas?
    No dije nada.
    –No pasa nada, hijo, tu nombre no es tan importante. ¿Es que no has oído los gritos de tu madre antes de perder el conocimiento?
    Asentí.
    –Entonces no te voy a matar. Ya estás casi muerto, y tu agonía durará mucho. Adiós, joven huérfano. Yo también lo fui, y no tenía ni tu edad. Gracias a eso tengo una rabia que nada puede apagar. Eso es lo que me mantiene con vida. Haz lo mismo. Ódiame, vive encolerizado, sé fuerte, conviértete en un guerrero, conviértete en un asesino, siembra la sangre, encuéntrame cuando seas mayor y hazme pagar el sufrimiento atroz que he infligido a tu madre. Ha sufrido entre mis manos como pocas veces he visto soportar a alguien el sufrimiento. Adiós, hijo, adiós.
    La muerte me había dicho todo aquello con voz serena. Se persignó cristianamente y luego, sin más, salió y se fue. Me quedé solo en el patio, entre los dos cuerpos de mis padres, toda la noche. Cuando se hizo de día, me metí de nuevo en el pozo sin acabar y esperé. Esperé a que la muerte viniese a liberarme.
fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)