nadie debería tener que esperar lo que se ha marchado sin fecha de regreso posible, quizá sin regreso posible, pero sigo esperando, espero desde, pongamos, ay, a la mierda todo, qué engorro e ilusorio pretender calcular la espera, que por otra parte no se mide en horas días meses años, sino en unidades de medida de la descomposición del alma: caídas existenciales, apocalipsis espirituales, extinciones mentales y morales, unas después de otras, mientras esperamos, o porque esperamos, y sin embargo siempre viva, familiarizada con la nada, luchando contra lo que hay detrás de la nada y que no tiene nombre, o si lo tiene yo no lo conozco, pero viva, bien viva en mi silencio, es asombroso lo largo que puede ser caer, y aún más asombroso ver lo vivas que pueden estar las personas mientras caen