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Mohamed Mbougar Sarr

La más recóndita memoria de los hombres

  • Adal Cortezhas quoted2 years ago
    El azar no es más que un destino que ignoramos, un destino escrito con tinta invisible.
  • Rafael Ramoshas quoted15 hours ago
    Es verdad, Faye, es verdad: pasarnos la noche hablando de libros, discutiendo del mundillo literario y de su comedieta humana puede parecer sospechoso, malsano, aburrido, incluso triste. Pero si los escritores no hablan de literatura, quiero decir, si no hablan desde el interior, como especialistas, como asediados y habitados por ella, como enamorados, como locos, como locas furiosas, esos y esas para quienes significa lo esencial, por más que lo esencial se disfrace a veces de anécdota o futilidad, ¿quién lo hará? A lo mejor es una idea insoportable, asquerosa y burguesa, pero hay que aceptarla. Eso es nuestra vida: intentar hacer literatura, sí, pero también hablar de ella, porque hablar es también mantenerla viva, y mientras se mantenga con vida, la nuestra, por más inútil o trágicamente cómica o insignificante que sea, no estará del todo perdida. Hay que hacer como si la literatura fuese la cosa más importante sobre la faz de la Tierra; es posible que a veces, pocas pero aun así, llegue a ser el caso y que algunos tengamos que dar fe. Somos testigos, Faye.
  • Rafael Ramoshas quoted15 hours ago
    Una noche que habíamos estado examinando el valor real de la poesía de Senghor hasta la extenuación, le confesé a Musimbwa el sentimiento de vergüenza que experimentaba a veces cuando nos oía hablar de literatura como si nos fuera la vida en ello o como si fuese la cosa más importante sobre la faz de la Tierra. Mi compañero, tras un instante de silencio, me dijo entonces: Te entiendo, Faye, y a veces siento lo mismo. La sensación de estar siendo indecente, un poco sucio. Se calló unos segundos antes de añadir: El caso es que se puede sospechar que hablamos tanto de literatura porque no sabemos hacerla, o porque nuestro universo literario está vacío. Hay tantos autodenominados escritores que se revelan más dotados para comentar la literatura que para escribirla verdaderamente, tantos poetas que esconden la pobreza de su creación tras glosas literarias inteligentes, referencias, una cititis aguda, una erudición hueca...
  • Rafael Ramoshas quoted15 hours ago
    La discusión se hundió en la noche, áspera, apasionada, sin concesiones. Me dije que un mundo en el que aún se podía discutir así de un libro hasta las tantas no estaba perdido, aunque fuese consciente de lo que tenía de cómico, vano, ridículo, quizá hasta de irresponsable, un grupo de personas charlando de literatura toda una velada. Había conflictos que causaban estragos, el planeta se asfixiaba, los muertos de hambre y los sedientos la diñaban, los huérfanos contemplaban el cadáver de sus padres; había toda una población de vidas minúsculas, de microbios, de ratas, el pueblo del sumidero prometido a la eternidad pestilencial de tuberías inmundas y embozadas; estaba la realidad; estaba todo ese océano de mierda fuera, y nosotros, escritores africanos cuyo continente nadaba por dentro, hablábamos de El laberinto de lo inhumano en lugar de luchar concretamente para salir de él.
  • Rafael Ramoshas quoted15 hours ago
    Ayer, por lo tanto, después de compartir los chismes del mundillo y chapotear con alborozo en una insignificancia un poco cultivada, Musimbwa sacó a relucir el verdadero motivo de nuestra reunión: Elimane.
  • Rafael Ramoshas quoted15 hours ago
    Es verdad, estaba Faustin Sanza, un coloso congoleño al que confundí con un anunciador del Apocalipsis cuando lo vi por primera vez. Pero Faustin era algo mucho más terrible: era un poeta secreto. Cinco años antes había publicado una obra de sesenta páginas, El badamier bárbaro, gran poema épico escrito en hexámetros dactílicos (con cesura trocaica) y repleto de vocablos olvidados. Pero ese gusto por lo raro no era superficial. A un poeta que usa arcaísmos por afectación se le pilla rápido: es como las mujeres en la cama, enseguida se ve cuándo fingen (creo). El badamier bárbaro no se leyó. Sanza salió magullado de esta experiencia, no porque los lectores lo ignorasen –por esa parte, Sanza estaba incluso satisfecho, creía que un poema que tiene más de ciento veinte lectores es sospechoso–, sino porque ya no creía en el verbo poético. Nada puede ser dicho. Eso es lo que decía. Desde entonces, buscaba la verdad en su primer amor, la pura abstracción de las matemáticas, que enseñaba en el instituto. Solo escribía críticas, a menudo para aniquilar con sapiencia, gusto y crueldad un montón de imposturas literarias. Su modelo crítico es Etiemble.
  • Rafael Ramoshas quoted16 hours ago
    Luego habíamos estado comentando por extenso las ambigüedades, a veces confortables, a menudo humillantes, de nuestra situación de escritores africanos (o de origen africano) en el ámbito literario francés. Un poco injustamente, y porque eran objetivos evidentes y fáciles, pusimos a parir a nuestros mayores, los autores africanos de generaciones anteriores: los considerábamos responsables del mal que nos azotaba: el sentimiento de ser incapaces o de no tener el derecho (era parecido) a decir de dónde veníamos; luego los acusamos de haberse dejado encerrar por la mirada de los demás, miradaavispero, mirada-red, mirada-ciénaga, mirada-emboscada que les exigía al mismo tiempo que fuesen siempre auténticos –es decir: distintos– y sin embargo similares –es decir: comprensibles (dicho todavía de otra manera: comercializables en el medio ambiente occidental en el que evolucionaban)–
  • Rafael Ramoshas quoted16 hours ago
    No escribíamos ni por el romanticismo de la vida del escritor –se ha caricaturizado–, ni por el dinero –sería suicida–, ni por la gloria –valor pasado de moda, la época prefería la fama–, ni por el futuro –no había pedido nada–, ni para transformar el mundo –no es el mundo lo que hace falta transformar–, ni para cambiar la vida –nunca cambia–, ni por el compromiso –dejemos eso a los escritores heroicos–, ni tampoco celebrábamos el arte gratuito –que es una ilusión, ya que el arte siempre se paga–. Entonces, ¿por qué? No lo sabíamos; y a lo mejor ahí estaba nuestra respuesta: escribíamos porque no sabíamos nada, escribíamos para decir que ya no sabíamos qué había que hacer en el mundo sino escribir, sin esperanza pero sin resignación fácil, con obstinación, cansancio y alegría, con el único objetivo de acabar lo mejor posible, es decir: con los ojos abiertos: verlo todo, no perderse una, no pestañear, no refugiarse tras los párpados, correr el riesgo de estropearse los ojos a fuerza de querer verlo todo, no como ve un testigo o un profeta, no, sino como desea ver un centinela, el centinela solo y tembloroso de una ciudad miserable y perdida, que escruta, no obstante, la sombra de la que surgirán el resplandor de su muerte y el fin de su ciudad.
  • Rafael Ramoshas quoted16 hours ago
    En la calle, cuando llevábamos dos o tres minutos caminando sin abrir la boca, Musimbwa me dijo de pronto, con exaltación, como si saliese de una epifanía, que había que leer sin falta El laberinto de lo inhumano a todos los de nuestra generación. Nos iba a liberar. Yo no había respondido, pero lo mismo daba: en mi silencio vibraba un sí inmenso.
  • Rafael Ramoshas quoted16 hours ago
    Musimbwa seguía clavado en la misma mesa. Le faltaban unas pocas páginas por leer. Pedí un café cargado y esperé. Veinte minutos después levantó la mirada hacia mí, unos ojos a un tiempo asustados y admirativos, luego dijo: Maldita sea, ¿dónde está la continuación? Le dije que no se conocía continuación. Una gran sombra triste se extendió por su mirada, y yo no sabía si era la inconclusión dolorosa o la belleza suspendida del Laberinto de lo inhumano lo que proyectaba.
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