La mejor manera de hacer esto es levantarse media hora, o una hora entera, antes de tu hora habitual. Lo más temprano que puedas, y sin hablar, sin leer el periódico de la mañana, sin coger el libro que dejaste anoche en la mesilla, empezar a escribir. Escribe lo que te venga a la cabeza: el sueño de la pasada noche, si eres capaz de recordarlo; las actividades del día anterior; una conversación, real o imaginaria; un examen de conciencia. Escribe cualquier tipo de ensoñación de primera hora de la mañana, de forma rápida y acrítica. La excelencia o valor final de lo que escribas no tiene por ahora importancia alguna. De hecho, encontrarás en este material más valor del que esperas pero tu objetivo principal ahora no es producir palabras inmortales, sino escribir algunas palabras que no sean puros sinsentidos.
2do ejercicio: escribir todos los días en la mañana