El lápiz de labios del señor presidente

Dios, la suerte, quien fuera— se ensañaba con él, le encajaba las uñas, le traspasaba el corazón, sólo por haber cometido la osadía una tarde como cualquier otra tarde de romper la rutina, tomar unas llaves que no eran suyas y medir la posibilidad de hacer algo con ellas.

Nadie está preparado para el sinsentido.

Era una mala broma de Dios, el destino, etcétera.

convergencias y sus divergencias

remitente del mensaje

concluyó Maré con beneplácito

Volvió los ojos a la pantalla y confirmó que lo que había comprendido en un principio no era producto de ningún desvarío

se echaba por tierra la teoría del suicidio.

no le servía para un diantre

silencio espeso, muy espeso