El ruido invencible del avance del agua va permeando estos trece cuentos como en una inundación que al principio se filtra apenas por debajo de la puerta y termina por tragárselo todo. A merced de la costa o del pantano, los personajes están sumergidos en mundos opresivos de mutismo animal, con la naturalidad de lo cotidiano y el estoicismo de los minerales. Los protagonistas cambian de una historia a otra pero es fácil entrar en sus hábitats y reconocerlos, casi siempre parcos, con el carácter oxidado por el aire salino del océano. El paisaje de la infancia se cruza con la narrativa madura y sutil de la autora de estos cuentos a cielo abierto que, sin embargo, hurgan sin recelos en lo subterráneo.