El rábano transparente

Los martillos de los obreros sonaban como sapos que saltan sobre las aguas de un estanque

Tenía sus dos manos detrás de la nuca y la barriga hinchada, aunque vacía.

Las gotas de sudor que caían sobre el cuello del herrero parecían gotas de mercurio. Había mucho de melancolía y resentimiento en esa melodía y sonaba como la lluvia de otoño cayendo sobre los campos.

El joven herrero empezó a golpear el acero como si hubiese despertado de un sueño, cada vez más fuerte, y con los músculos de los brazos tensados.

la joven le preguntó al mampostero si Tizón era mudo. El mampostero le respondió que no, en absoluto. Lo que tenía era una naturaleza espiritual y era un niño muy despierto e inteligente. Hablaba desde los cuatro o cinco años y hablaba por los codos; pero luego empezó a hablar cada vez menos y se quedaba quieto como una piedra. Nadie sabía en realidad lo que pasaba por su cabeza. Podías ver sus ojos negros y grandes, y sabías que había algo que iba más allá de lo que tú mismo podías ver.

Las mujeres tomaron a Tizón como tema de conversación, ya que les servía de pretexto para quejarse de lo difícil e injusta que era la vida en el mundo que les había tocado vivir.