la joven le preguntó al mampostero si Tizón era mudo. El mampostero le respondió que no, en absoluto. Lo que tenía era una naturaleza espiritual y era un niño muy despierto e inteligente. Hablaba desde los cuatro o cinco años y hablaba por los codos; pero luego empezó a hablar cada vez menos y se quedaba quieto como una piedra. Nadie sabía en realidad lo que pasaba por su cabeza. Podías ver sus ojos negros y grandes, y sabías que había algo que iba más allá de lo que tú mismo podías ver.