veces tenemos la sensación de haber perdido mucho tiempo de nuestra vida, de haber desperdiciado multitud de ocasiones de amar y crecer. Si este sentimiento nos impulsa a arrepentirnos y a recomenzar con coraje y confianza pidiendo a Dios la gracia de recuperar el tiempo perdido mediante la renovación de nuestro fervor, bienvenido sea. Pero, si ese sentimiento nos abate, si nos da la impresión de que nuestra vida está irremediablemente perdida, y que las cosas buenas y positivas que habríamos podido disfrutar en adelante nos están vedadas, entonces es preciso rechazarlo