Con Robots e imperio, Asimov añade una estrella más a su galaxia literaria. El famoso novelista demuestra de nuevo que conoce ese mundo fantástico como si fuera real; como si naves, hiperespacios y demás quimeras fuesen su pan de cada día. Han pasado doscientos años desde la muerte de Elijah Baley, el gran héroe de los terrestres. En el trascurso de esos dos siglos, los habitantes de la Tierra han colonizado todos los mundos a su alcance. En cambio, los habitantes de Aurora, sus eternos rivales galácticos, han permanecido en los límites de su planeta. La guerra asoma su rostro cruel, con todo su potencial mortífero, máxime cuando a la rivalidad interplanetaria se suman los deseos de venganza personal. Y a esas alturas la guerra no es un juego de niños. Su único fin puede ser el extermino total de uno de los dos bandos, porque también en el hiperespacio predomina la ley del más fuerte. Por encima de los avances tecnológicos que Asimov presupone en épocas futuras, resalta en Robots e imperio la calidad humana de los personajes. en la Tierra o fuera de ella, en uno u otro tiempo, el hombre sigue siendo hombre: sigue guerreando, sigue amando y sigue buscando a toda costa la ampliación de sus fronteras.