Leer América profunda es tomar contacto con el gran interrogante de nuestro destino. En las páginas que abren a la dimensión no pensada de lo americano, Kusch reconstruye la máxima tensión de ese contrastre como la oposición entre el hedor y la pulcritud dos formas arquetípicas que evocan el drama existencial de las clases medias urbanas y de sus intelectuales frente a la presión de lo popular. En nuestro continente dice Kusch «por un lado están los estratos profundos de América, con su raíz mesiánica y su ira divina a flor de piel, y por el otro los progresistas occidentalizados de una antigua experiencia del ser humano. Uno está comprometido con el hedor y lleva encima el miedo al exterminio, y el otro en cambio es triunfante y pulcro y apunta a un triunfo ilimitado, aunque imposible».
La lección de Kusch conjuga una incitación filosófica y un gesto vital. Su invitación a pensar América desde su propio entorno, lejos de constituir una presunción localista, significa una reivindicación del pensar mismo concebido como un acto genuino y universalizante.