El gallo de oro y otros relatos

no hubiera sido porque alguien vino a cerrarlos y a decirme: “Ella ya no está”, yo no me habría movido de ahí, porque no, porque yo sabía que aquella mirada suya era la misma que solía poner cuando se le derramaba el cariño que me tenía.

Porque había entrado a la región de la niebla; donde la noche pastoreaba nubes.

Hay algo en todo lo tuyo que a mi corazón le gusta mucho

Cuando uno es sepulturero hay que enterrar la lástima con cada muerto que uno entierra

Pregúntale a las estrellas
si por las noches me ven llorar,
pregúntales si no busco
para quererte, la soledad.
Pregúntale al manso río

tenía voz y voluntad

hay algo allí que a mi corazón le gusta. Hay algo en todo lo tuyo que a mi corazón le gusta mucho

Murió una noche sola, sentada en su sillón de siempre, sin que nadie la auxiliara ni se enterara del ahogo que la llevó a la muerte, provocada por el alcohol.

Se está jugando su destino, don Dionisio. No tiene caso que juegue usted así

escribió su segunda novela pensando que esa obra —a pesar de tener una estructura literaria y no fílmica— iba a ser utilizada como argumento original para el desarrollo de un guión fílmico. Por lo tanto, El gallo de oro representa un vínculo entre dos inquietudes creativas —una literaria y la otra visual