La primera: Si deseo algo que es bueno para mí, debería saber que voy a pagar un precio por ello. Por supuesto, ese pago no siempre es en dinero (¡si fuera sólo dinero sería tan fácil!).
Este precio es a veces alto y otras muy pequeño, pero siempre existe. Porque nada que sea bueno, es gratis.