«Traer un hijo al mundo pero ¿de qué estamos hablando?» así comienza Los tres primeros años, poemario cuyo lenguaje se instala en la conmoción ontológica de la maternidad.
El mundo es confrontado aquí desde la fractura derivada de constatar la vulnerabilidad más concreta, que además hace indigerible el daño que asoma en cualquiera de las noticias que se ofrecen como desgarrones en este libro. La realidad descubre así una superficie estriada donde lo íntimo y político, los sucesos o la historia son atravesados por una agonía de vida simultánea a una extrema conciencia de muerte. La palabra se hace cargo de aquello que no suele mirarse de frente: el hecho de que el cestillo, el cauce, («albergar una vida es hacer hueco») anuncia también el vaciamiento, el agujero. Poesía de celebración en la que despunta la intuición de que algo queda inevitablemente sustraído con la entrega absoluta a esa raíz que mortaliza y fisura el mundo.