Me enderecé y escuché. En seguida escuché apenas un «¡miau! ¡miau!» allá abajo. ¡Estupendo!, yvoyy digo «¡miau! ¡miau!» lo más bajo que pude y después apagué la luz y me bajé por la ventana al cobertizo. Entonces me dejé caer al suelo y me fui arrastrando entre los árboles, y claro, allí estaba Tom Sawyer esperándome.