Pensar como mujer en un mundo masculino significa pensar críticamente, negándose a aceptar lo dado, estableciendo vinculaciones entre hechos e ideas que los hombres han dejado disociados. Significa recordar que toda mente reside en un cuerpo; seguir siendo responsables ante los cuerpos en los que vivimos; contrastar continuamente las hipótesis dadas con la experiencia vivida. Significa mantener una actitud crítica constante en relación con el lenguaje, ya que, como señaló Wittgenstein (que no era feminista), «Los límites de mi lengua son los límites de mi mundo». Y también significa hacer lo más difícil de todo: escuchar y estar atentas, en el arte y en la literatura, en las ciencias sociales, en todas las descripciones del mundo que recibimos, a los silencios, a las ausencias, a lo innombrado, lo no dicho, lo codificado, pues allí encontraremos el verdadero saber de las mujeres.