Porque si había una certeza que caracterizaba a mi religión era la de estar viviendo en los últimos días de este sistema degradado y perecedero, de un ciclo en el que los humanos se habían alejado sistemáticamente de Dios y, como consecuencia, habían llenado la Tierra de odio, división, guerras y crímenes. Todo eso iba a terminar muy pronto, cuando Dios trajera el Armagedón