Al trabajar en lugares ruidosos, vigilados con celo por administradores y supervisores, los trabajadores tienen acceso al lenguaje solo en las pausas, en el baño y al término del día. O bien cuando emprenden el sabotaje: la comunicación interrumpe la producción. Pero en el posfordismo, cuando la línea de producción se convierte en un «flujo informativo», la gente trabaja precisamente comunicándose. La comunicación y el control se requieren mutuamente, como pensaba Norbert Wiener.