El pensamiento histórico parece caracterizarse cada vez más por una profunda y generalizada toma de conciencia de la aparente falta de significado ético del mundo, de la irracionalidad del hombre y de la condición absurda de la historia. Sonia Corcuera sigue la evolución de ese proceso y observa que durante los últimos doscientos años las mentes más brillantes son las que participaron activamente en la destrucción de la fe en esa razón.