También en el colegio habían cambiado las cosas. El día después del accidente, me presenté allí con las botas. Me daba igual quedar como un idiota. Estaba harto de tener los pies mojados. Y, en cualquier caso, me importaba un comino lo que pensara Tommy del Muelle. Por mí, podía mirarme todo lo que quisiera. De pronto todo me resultaba más fácil, salvo en un sitio: en mi casa en Terruño Mathilde