ESTAR DESPIERTOS EXIGE LUCHA Y ESFUERZO
Estar despiertos no es una actitud natural ni fácil: exige una vigilancia, un estar en vela, porque la lógica interna de los asuntos del mundo siempre nos puede absorber. Las invitaciones en el Evangelio a la vigilia son continuas: «Vivid con sobriedad y estad alerta» (1 Pe 5, 8); «Procurad que vuestros corazones no se emboten por el exceso de comida, la embriaguez y las preocupaciones de la vida [...]. Velad, pues, y orad en todo tiempo» (Lc 21,34-36). En efecto, tanto la diversión, el bienestar, como las preocupaciones de la vida cotidiana –laboral, familiar, social– pueden ser causa de adormecimiento de conciencia. Incluso en el ámbito de personas religiosas, las hay tan ocupadas de las «obras de Dios» que en su activismo se han olvidado del propio Dios, a quien dicen servir con sus obras. Por tanto, para todos hace falta un entrenamiento, una «ascesis» (la palabra ascesis en griego se refiere al entrenamiento de los atletas), un resistirse a todo aquello que me adormezca. San Pablo insiste en el mismo sentido: «¡No durmamos como los demás, sino vigilemos y vivamos sobriamente!» (1 Tes 5,6). Nos va la Vida en ello