Desde este punto de vista, la santificación de Gianna Beretta Molla fue uno de los actos más pastoralmente políticos del pontificado de Wojtyła. Más allá de la vida sin duda límpida de la doctora de Magenta, su elevación a los altares constituía un gesto de poderoso mensaje simbólico, al menos por tres motivos: se trataba de una laica, se trataba de una madre y se trataba de una mujer muerta de parto por haber descartado la posibilidad de un aborto terapéutico. No era un mensaje menor para las cristianas.