Desgraciadamente nuestra nacionalidad ya no descansa sobre un núcleo racial homogéneo. El proceso de la fusión de los diferentes componentes étnicos originarios, no está tampoco tan avanzado como para poder hablar de una nueva raza resultante de él. Por el contrario, los sucesivos envenenamientos sanguíneos que sufrió el organismo nacional alemán, en particular a partir de la guerra de los Treinta años, vinieron a alterar la homogeneidad de nuestra sangre y también de nuestro carácter.