Papá tiene
las mejillas surcadas de arrugas que parecen dibujos y no sé
por qué, pero cuando las veo siento ganas de llorar, aunque no
por tristeza o porque me sienta orgullosa, sino porque me
gusta cómo se mueven y cambian. A veces pienso que mi
padre es un acordeón porque oigo sus notas cuando me mira y
sonríe y respira.»