Tras el estallido del 2 de mayo en Madrid contra la invasión francesa, varias ciudades españolas declararon la guerra a Napoleón. Entre ellas estuvo Zaragoza, que sufrió dos asedios por parte de las tropas imperiales, los llamados Sitios de Zaragoza, cuyo bicentenario se cumple en 2008. Ángeles de Irisarri recrea en esta novela el día a día de la guerra muros adentro de la ciudad a través de diez mujeres, unas reales, otras imaginarias, que representan a todas las clases sociales y que, al grito de “Vencer o morir”, fueron capaces de tomar las armas y hasta disparar cañones. Agustina de Aragón, conocida como la Artillera, junto a la condesa de Bureta, Manuela Sancho, Casta Álvarez, María Lostal, María Agustín y la madre Rafols sobrevivieron en una ciudad en la que el cronista Casamayor escribió que los atacantes “más parecían Nerones que franceses”, en la que el último muerto dejaba enseguida de ser último en una sucesión aterradora. Estas mujeres y otras, y otros muchos hombres, sin nada que llevarse a la boca y rodeados de muertos, pues la peste hizo acto de presencia en Zaragoza en lo más crudo del invierno y del combate, quedaron inscritas con letras de oro en la Historia de España por sus heroicos hechos en defensa de la libertad.