Hacia finales de la década, los problemas de salud y decepciones anímicas de Rimbaud se manifiestaron más oscuros que nunca. «Ahora que lo veo, la existencia es solo un camino para agotar tu vida», anotó unas semanas antes de abandonar Harar, en abril de 1891, muy deteriorado de salud y con la cabeza absolutamente encanecida. Rim-baud hizo el último viaje entre Harar y el Mar Rojo en una camilla llevada por cargadores. Tres meses y varios tortuosos navíos después, Rimbaud desembarcó en Marsella. Ahí, fue internado en un hospital de jesuitas y le amputaron la pierna. Pero la enfermedad –cáncer óseo– continuó avanzando. Rimbaud murió el 10 de noviembre de 1891, a los treinta y siete años, víctima del cáncer, pero también de las caminatas, de las fiebres nunca curadas del todo y de las penurias. Víctima de los kilómetros, de las caravanas, del sol del cuerno de África; del aburrimiento y las ambiciones nunca logradas