La memoria es imprecisa, y nos dice mucho más de nuestro estado presente que de lo que realmente ocurrió en el pasado. Por eso, la rememoración del pasado trata más de la interpretación y la reconstrucción que del registro o el archivo. Lo que nos empujaba a sacar fotografías de los eventos «inolvidables» es el hecho de no quererlos dejar a la inexactitud de la interpretación. Las fotografías en las bodas y durante eventos similares, explicaba Jean Baudrillard, eran el ejemplo por excelencia. Pero siempre, por fortuna, quedaba espacio para el olvido: la posibilidad de recortar las fotos, de quemar los negativos.