favor…, sería un enorme placer para mí. —Y yo le creí.
Asentí mareada. Si las pinturas en los pasillos eran exquisitas, entonces las que hubieran seleccionado para la galería tenían que estar más allá de la imaginación humana.
—Me…, me gustaría mucho.
Él seguía sonriéndome, abiertamente, sin reprimirse, sin dudas. Isaac nunca me había sonreído así. Isaac nunca había hecho que se me cortase el aliento aunque fuera un instante.