Por lo cual, cuando reconsidero en mi mente las sapientísimas e irreprochables instituciones de Utopía, país en el que todo se administra con tan pocas leyes y tan eficaces, que aunque se premie la virtud, por estar niveladas las riquezas, todo existe en abundancia para todos; cuando, de otro lado, comparo con las costumbres de ésta las de tantas naciones que están dictando de continuo leyes distintas y ninguna bastante eficaz, naciones en que cada cual llama su bien privado a lo que alcanza a poseer y donde las muchas leyes dictadas cada día no bastan