«La discriminación mata, destruye, envilece. Debemos continuar arremetiendo contra los prejuicios, pero de manera inteligente, con el objeto real de convencer, eliminar los obstáculos, deshacer los estereotipos, romper las cadenas de las clasificaciones étnicas, rever el reparto de roles y géneros. Exactamente lo opuesto al mundo del progresismo y la izquierda identitaria, que se nutren de la competencia victimista, los antagonismos sin fin y los conflictos que encierran a la gente en sus respectivos casilleros.»
Este libro se ocupa de los pequeños linchamientos ordinarios que, como una peste de la sensibilidad, terminan por invadir nuestra intimidad, asignar identidades y censurar nuestros intercambios democráticos. Cada día, un grupo, una minoría, un individuo erigido en representante de una causa, exige, amenaza y somete. Según el origen geográfico o social, según el género y el color de la piel, según su historia personal, se busca confiscar la palabra. Esa tiranía de la ofensa nos está sofocando. Es hora de respirar, de volver a aprender a defender la igualdad, sin dañar las libertades.