Robert Louis Stevenson

El diablo de la botella

  • Denise A.has quoted5 years ago
    ¿No es una cosa terrible, esposo mío –dijo Kokua–, que la salvación propia signifique la condenación eterna de otra persona?
  • Truedssonhas quoted4 years ago
    alegrándose tan sólo de tener más horas de soledad durante las que cavilar sobre su destino y de no verse condenado con tanta frecuencia a ocultar un corazón enfermo bajo una cara sonriente.
  • Jireth Lucia Hernandez Rodriguezhas quoted2 years ago
    respondió el hombre–. Hay una cosa que el diablo de la botella no puede hacer… y es prolongar la vida; y, no sería justo ocultárselo a usted, la botella tiene un inconveniente; porque si un hombre muere antes de venderla, arderá para siempre en el infierno
  • Ann Lophas quoted3 years ago
    más valdrá que acepte lo bueno junto con lo malo.»
  • Jo Leehas quoted3 years ago
    respirar ya no era una obligación penosa.
  • Andrés Yovanihas quoted6 years ago
    –¡Sólo quería que me dijeras una palabra amable! –exclamó ella.
    –Ojalá nunca volvamos a pensar mal el uno del otro –dijo Keawe; acto seguido volvió a marcharse.
  • Jesem_hannnsyhas quoted6 days ago
    Keawe contempló las negras bocas de las cuevas y envidió a los muertos que dormían en su interior, libres ya de dificultades;
  • Jesem_hannnsyhas quoted6 days ago
    Hubiera podido incluso casarse con Kokua y muchos lo hubieran hecho, porque tienen alma de cerdo; pero Keawe amaba a la doncella con amor varonil, y no estaba dispuesto a causarle ningún daño ni a exponerla a ningún peligro
  • Jesem_hannnsyhas quoted6 days ago
    Pero ¿qué agravio he cometido, qué pecado pesa sobre mi alma, para que haya tenido que encontrar a Kokua cuando salía del mar a la caída de la tarde? ¡Kokua, la que me ha robado el alma! ¡Kokua, la luz de mi vida! Quizá nunca llegue a casarme con ella, quizá nunca más vuelva ni a acariciarla con mano amorosa; ésa es la razón, Kokua, ¡por ti me lamento!»
  • Jesem_hannnsyhas quoted6 days ago
    Pero ¿qué agravio he cometido, qué pecado pesa sobre mi alma, para que haya tenido que encontrar a Kokua cuando salía del mar a la caída de la tarde? ¡Kokua, la que me ha robado el alma! ¡Kokua, la luz de mi vida! Quizá nunca llegue a casarme con ella, quizá nunca más vuelva ni a acariciarla con mano amorosa; ésa es la razón, Kokua, ¡por ti me lamento!»
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