La favorita

«El amor de verdad suele ser el más inconveniente».

«Cenicienta en Los juegos del hambre.»

El amor de verdad suele ser el más inconveniente».

—Es una guerra perdida. Ya no hay esperanza de retirada —dijo.

Tú no me robaste. No soy una cafetera.

—Hmm —dijo, pensativo—. Quizá fuiste tú quien me robaste a mí. Porque recuerdo claramente que antes me pertenecía a mí mismo. Ahora, en cambio, soy todo tuyo.

Es una guerra perdida. Ya no hay esperanza de retirada

Te construiré el iglú más bonito del mundo, Marlee. Todo el mundo estará celoso

—Va a echarte de menos. Solía animarme para que saliera más a tu encuentro.

—Solo una amiga de verdad renunciaría a ser princesa en favor de otra persona. Pero yo no estaba hecha para ti, ni para la corona. Ya he encontrado a la persona ideal para mí

tu familia.
Veía en sus ojos que lo intentaba, pero estaba claro que no funcionaba. Le dolía muchísimo. Así que le acerqué el brandy y seguí dándole sorbitos hasta que Anne acabó.
Cuando todo hubo terminado, me pregunté si America se acordaría siquiera de aquello. Después de que Anne le envolviera la herida con una venda, nos echamos atrás y nos quedamos mirando, mientras America cantaba un villancico infantil, al tiempo que trazaba dibujos imaginarios en la pared con el dedo.
Anne y yo nos sonreímos al ver sus torpes movimientos.
—¿Alguien sabe dónde están los cachorrillos? —preguntó America—. ¿Por qué están tan lejos?
Las dos nos llevamos la mano a la boca, riéndonos con tantas ganas que se nos saltaban las lágrimas. El peligro había pasado. America estaba bien. Ahora, en su cabeza, lo más urgente era encontrar a los cachorrillos.

tu familia.
Veía en sus ojos que lo intentaba, pero estaba claro que no funcionaba. Le dolía muchísimo. Así que le acerqué el brandy y seguí dándole sorbitos hasta que Anne acabó.
Cuando todo hubo terminado, me pregunté si America se acordaría siquiera de aquello. Después de que Anne le envolviera la herida con una venda, nos echamos atrás y nos quedamos mirando, mientras America cantaba un villancico infantil, al tiempo que trazaba dibujos imaginarios en la pared con el dedo.
Anne y yo nos sonreímos al ver sus torpes movimientos.
—¿Alguien sabe dónde están los cachorrillos? —preguntó America—. ¿Por qué están tan lejos?
Las dos nos llevamos la mano a la boca, riéndonos con tantas ganas que se nos saltaban las lágrimas. El peligro había pasado. America estaba bien. Ahora, en su cabeza, lo más urgente era encontrar a los cachorrillos.