Hola, Fer… —mi hermanita entró al cuarto—. ¿Te duele mucho?
—Ya no tanto —levanté la mano con la férula—. Pero me da comezón.
—Yo hablo de lo otro. De la adolescencia. ¿Duele?
Sonreí.
—Un poquito, pero si tienes amigos, escuela y cosas qué hacer, no duele nada.
Se quedó pensando en mis palabras, evaluando que yo no tenía nada de eso.