En síntesis, es posible afirmar que la ambición de poder es lo que lleva a las culturas patriarcales a neutralizar, limitar y reprimir las experiencias eróticas en las mujeres. Lo ha hecho durante siglos a través de sus instituciones legales, educativas y religiosas que se propusieron socializar las mujeres para que llegaran a vivir su sexualidad como algo impúdico, pecaminoso e inmoral.