Josep María Angler

las lenguas, entre frase y frase, se hunden en busca de sabores acres, sabores a vello rizado y flujos cargados del néctar delicioso de lo más oculto del cuerpo.

Usted puede estirar el tema preguntándole un par de cosillas, como quien pregunta a la chica caliente si las tetas están operadas y otras cosas de esas que indignan a las más inocentes y, para demostrar que sus tetas son las mismas que le dio la madre que la parió, se las saca del escote con los pezones inhiestos y se las sirve en bandeja

Voy y vengo entre tus caderas, y me retengo».

¡Qué belleza erótica en ese momento! La pluma descargará su tinta sobre el papel, como el macho deja ir sus jugos en el vientre de la hembra para llenarla de satisfacción.

Eso de cachonda es acertadísimo, ya que viene de la palabra ‘cachas’, que son los laterales de las navajas que protegen el filo, como las piernorras de una mujer, tan finas por el interior, protegiendo la cueva sagrada, el templo de Shiva, el jade secreto, el rincón del edén, el chochín que ya empapa el tanga y que ella, con una risita estúpida, le ha dicho que le llama «conejito».