Los estresores cotidianos, es decir, los pequeños ajetreos del día a día que pueden alterarnos en un momento puntual (como discutir con nuestra pareja, que se nos pinche la rueda del coche o un malentendido con un compañero del trabajo). Aunque en principio los estresores cotidianos son mucho menos amenazantes que otros sucesos, su acumulación puede hacer que sean igual de relevantes que los más graves en el proceso de adaptación y de conservación de una salud óptima. Son, pues, gotas de agua que, día tras día, van colmando el vaso.