Sin embargo, se convierte en algo negativo cuando tenemos muchos problemas o estresores y, además, no disponemos de los recursos o de la confianza necesarios para hacerles frente. Cuando el estrés se hace crónico, nuestro organismo tratará de resistir las adversidades, pero, si los problemas continúan al mismo nivel, nuestros recursos se irán desgastando y es muy probable que caigamos en una fase de agotamiento. En este punto de extenuación pueden aparecer algunos problemas físicos (como dolores de cabeza, tensiones musculares, dermatitis, psoriasis, etcétera) y, de manera irremediable, una mezcolanza de emociones desagradables cuya principal protagonista será la ansiedad.