Muchos maestros espirituales nos enseñan que la vida es un don que debe ser vivido en alegre sincronización con nuestro origen divino. Sólo pocos años atrás llegué a entender que para conseguir esa sincronización debía poseer, aceptar y emplear esa parte divina de mi ser. De lo contrario, mi esencia y mi propósito en esta vida no se expresarían completamente