Los muertos solo mueren si dejamos que perezcan en nuestros corazones. Pero mientras sigamos queriéndolos y respetando su memoria, mientras continuemos depositando sobre sus tumbas sus guisos preferidos, y nos retiremos periódicamente para honrarlos, mientras hagamos todo eso, seguirán con vida. Estarán ahí, a nuestro alrededor, por todas partes, sedientos de recuerdos y de cariño. Solo bastarán un par de palabras para invocar su presencia y sentir el abrazo urgente de sus cuerpos invisibles, siempre impacientes por sernos útiles