Una vez acabada la novela, la incógnita sobre la verdadera naturaleza de la relación entre Penélope, las criadas, Odiseo y los pretendientes no se resuelve. Atwood se limita a dejar reflejadas ambas versiones para demostrar que no hay narradores imparciales y que unos mismos hechos pueden contemplarse y analizarse de varias formas. Al final, Penélope y las doce criadas rompe más de un silencio ancestral y deja al lector reflexionando sobre personajes que creía conocer y que, tras el proceso de desmitificación, alcanzan nuevas cotas de humanidad y profundidad.