Editar un libro que me gusta tanto me ha parecido lo mismo que adoptar un animal extraño de un país exótico: lo acoges en tus brazos con miedo de que te ataque, comienzas a amarlo cada vez más, lo abrigas, lo bañas, le das de comer, lo despiojas. Sabes que va a estar siempre contigo, que lo vas a amar locamente, aunque, al mismo tiempo, tienes siempre presente que proviene de un lugar lejano.