Vivo en un mundo sin magia ni milagros. Un lugar donde no hay clarividentes ni cambiaformas, ni ángeles, ni chicos sobrehumanos que te salven. Un lugar donde la gente muere, y la música se desintegra, y las cosas son un asco. Estoy tan aplastada contra la tierra por el peso de la realidad que algunos días me pregunto cómo sigo siendo capaz de levantar los pies para caminar.